La disminución de la producción y el uso de combustible fósil necesaria en los próximos 9 años para limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C (Fuente: UNEP).  En plena crisis sanitaria, el Acuerdo de París cumple un lustro de declaraciones de intenciones. ¿En qué se ha avanzado y qué queda aún por hacer?

Un día más, las calles de la capital gala amanecen sin turistas, con la sombra de una pandemia que amenaza con una tercera ola posnavideña y con caras cubiertas por mascarillas. Nada tiene que ver con aquella tarde de hace cinco años cuando, a las afueras de París, se reunían centenares de líderes mundiales que, por todos los medios, intentaban que la COP21 no se convirtiese en otra cumbre del clima fallida. Era 12 de diciembre de 2015 y Naciones Unidas anunciaba una ambiciosa agenda climática tras largas horas de intensas negociaciones. Nacía así el histórico Acuerdo de París.

Esa tarde de hace un lustro marcaba un nuevo comienzo. Por primera vez en la historia, los países ricos y los empobrecidos se daban la mano en pos de un objetivo común: frenar el cambio climático. Sin embargo, la euforia de un primer momento se fue desinflando: a las puertas de la última cumbre del clima, celebrada en Madrid en 2019, se hablaba de «fracaso» y de «medidas insuficientes». La COP25 acabó con una mera declaración de intenciones que tenían que haberse materializado en estrategias concretas en la cumbre de Glasgow, que debía haberse celebrado este mes y que, por la crisis sanitaria, se ha visto pospuesta hasta el próximo noviembre. Parece que el mensaje de «os estamos vigilando» que lanzaba la Juventud por el Clima al final de la última COP ha tenido un cortafuegos en forma de pandemia, que amenaza aún más la consecución de los objetivos del Acuerdo de París.

Rumbo a 2030 con paso firme

El consenso que se forjó en la ciudad de la luz sigue siendo robusto. Y eso que el ex-presidente estadounidense, Donald Trump, retiró el pasado noviembre, de manera definitiva, a su país del acuerdo. Sin embargo, la resolución volvió a entrar en vigencia de la mano del actual presidente Joe Biden, quien de forma prioritaria aceptó el acuerdo de París y cada uno de sus artículos y cláusulas en el primer día de su mandato. A diferencia de lo ocurrido cuando Estados Unidos decidió no ratificar el tratado de Kyoto en 1997, la retirada de Trump no minó la moral del resto de países. En diciembre, el Consejo de Europa conseguió que Polonia dejase sus reticencias atrás para elevar del 40 al 55% la reducción de emisiones europeas en 2030. Esta decisión supone un punto de inflexión que pretende colocar a la Unión en la cabeza del liderazgo climático –por el que compiten también China, Japón, Corea, Reino Unido y el Estados Unidos de Biden– y allanar el camino para convertirse en el primer continente en alcanzar la neutralidad en carbono. Los 1,8 billones de euros aprobados por Europa en sus presupuestos y en su plan de recuperación, además, son una promesa de que la transformación industrial y social se harán en clave de reducción de emisiones. De esta manera, la UE quiere alcanzar sus objetivos de manera colectiva y solidaria, y servir de ejemplo para el resto del mundo.

Pero 2020 ha supuesto también un impulso a las tecnologías y energías limpias que, sin duda, se verán favorecidas con la apuesta por la recuperación verde. Según la Agencia Internacional de la Energía, las renovables copan el 90% de las nuevas instalaciones este año, en parte gracias a que sus precios son cada vez más competitivos en la mayoría de países. La apuesta por lo verde hace mella en los combustibles fósiles, cuyos precios se han hundido, precipitados por el parón en la movilidad y transportes durante la pandemia.

Las oportunidades perdidas

Con su apuesta por la reducción de emisiones, la UE le pone la guinda al pastel de cumpleaños del Acuerdo de París. Aun así, el camino que queda por delante es arduo y algunos consideran que se ha fallado en algunas cuestiones clave. Para Ban Ki-moon, ex secretario general de la ONU, se ha perdido mucho tiempo esencial: «Cinco años después de que se adoptase, en medio de grandes expectativas y con el compromiso de los líderes mundiales, no se ha hecho lo suficiente», asegura a The Guardian. Y cierto es que muchos datos no acompañan.

Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), en 2019 las emisiones superaron en cinco mil millones de toneladas a las de 2015. Además, a pesar de que los confinamientos causados por la covid-19 hicieron descender –ligeramente– los niveles de contaminación a nivel mundial, la UNEP alerta de que, si se quiere mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 1,5 grados, es necesario reducir la producción y uso de combustibles fósiles en un 6% en los próximos 9 años. Sin embargo, la mayoría de los países planean un aumento del 2% en su uso hasta 2030.

Pero eso no es todo. Las temporadas de incendios empiezan cada vez antes y cada año desaparece un área de bosque equivalente a Reino Unido. El océano está perdiendo lentamente su capacidad de absorber CO2, los polos se derriten y las temperaturas planetarias ya se encuentran un grado por encima de la época preindustrial. 2020 se ha convertido en el año más caluroso de la historia desde que hay registros.

Cumplir con el Acuerdo de París se hace cada vez más necesario. La salida de la actual crisis, como viene diciendo la UE desde hace meses, debe ser prioritariamente verde. Y la década en la que ya nos encontramos será decisiva. Porque, como recuerda António Guterres, secretario general de la ONU, «el ser humano está en guerra con la naturaleza y hacer las paces con ella es la tarea que definirá el siglo XXI. Debe ser la máxima prioridad para todo el mundo, en todas partes».

 

Este artículo fue publicado originalmente en la Ethic Magazine. Algunos datos fueron actualizados a la fecha de publicación. Lea el original.

Fotografía de portada: Arnaud Bouissour via Ethic Magazine