Es el número de estudiantes y jóvenes de todo el planeta que se ven o se han visto afectados por el cierre de escuelas y universidades debido a la pandemia del COVID-19 (Fuente: UNESCO). El cierre de escuelas ha afectado al 94% de los estudiantes de todo el mundo, cifra que se eleva al 99% en los países de ingresos bajos y medianos. Los alumnos se enfrentan a una interrupción crítica de su educación, especialmente los que viven en condiciones de vulnerabilidad. A largo plazo, la emergencia educativa podría socavar el progreso de los países al erosionar el capital humano y ampliar las desigualdades. Este año, en el Día Internacional de la Educación, el cual tuvo lugar el 24 de enero, se hace un llamado a implementar estrategias que recuperen la educación para la generación COVID-19. ¿Qué se puede hacer para mitigar los impactos negativos de la crisis educativa derivada de la crisis sanitaria?

El impacto de la pandemia en la educación

La crisis del COVID-19 está desvelando y, al mismo tiempo, exacerbando las disparidades educativas preexistentes al dificultar el acceso a la educación de muchos de los niños, jóvenes y adultos más vulnerables (especialmente los que viven en zonas pobres o rurales, las niñas, los refugiados, las personas con discapacidad y los desplazados forzosos). Según las cifras de la UNESCO, en todo el mundo los estudiantes perdieron, en promedio, dos tercios de un año académico debido al cierre de escuelas por la pandemia. Una educación adecuada está estrechamente relacionada con mejores niveles de salud, la creación de empleo y, en general, la prosperidad futura. Por lo tanto, interrumpir el aprendizaje priva a los estudiantes de acceder a las oportunidades necesarias para su crecimiento y desarrollo. Además, las escuelas actúan como una red de seguridad para los estudiantes; muchos dependen de los alimentos proporcionados en las escuelas para una nutrición saludable y de servicios esenciales como el apoyo social y psicológico o el acceso a internet. Está en juego el bienestar de toda una generación de niños y jóvenes. Para Kevin Watkins, director general de Save the Children Reino Unido, la COVID-19 se está convirtiendo en una emergencia educativa mundial

 

Incluso antes de la pandemia, la educación enfrentaba importantes retos. Doscientos cincuenta y ocho millones de niños ya se encontraban sin escolarizar, lo que representa una sexta parte de toda la población en edad escolar. Además, el acceso a la educación escolar no seimpre garantiza un aprendizaje real. El informe del Banco Mundial sobre la pobreza en el aprendizaje afirma que, a los 10 años, el 53% de los niños en países de ingresos bajos y medios no saben leer o comprender un texto sencillo. La mala calidad de la educación es en parte el resultado de un enorme déficit de financiación de la educación. De hecho, sólo 1 de cada 5 países muestra un fuerte compromiso con la equidad en la educación a través de sus mecanismos de financiación. En este escenario, la crisis de COVID-19 está ampliando la brecha educativa y dejando al descubierto la desigualdad preexistente. 



NooS - Unesco

COVID-19 ha profundizado la brecha digital y educativa

Tras la imposibilidad de continuar con la educación presencial, los gobiernos centraron sus esfuerzos en implementar estrategias de educación a distancia, apoyadas en Internet y otras tecnologías, como la televisión y la radio. Buscaban repensar la educación aprovechando las ventajas de la tecnología. Sin embargo, los alumnos más desfavorecidos se enfrentan a mayores limitaciones para continuar su educación de esta manera; muchos no tienen acceso a las tecnologías necesarias para el aprendizaje en casa. Las cifras de UNICEF muestran que más del 90% de los países adoptaron políticas de aprendizaje a distancia digital o por radiodifusión que, potencialmente, sólo llegaron al 69% de los alumnos. Además, 3 de cada 4 alumnos no pueden beneficiarse de las políticas de aprendizaje a distancia porque viven en zonas rurales o pertenecen a los hogares más pobres. En consecuencia, muchos estudiantes corren el riesgo de quedarse atrás o de no volver nunca a la escuela. Una encuesta de Save the Children realizada en la India mostró que dos tercios de los alumnos interrumpieron toda actividad educativa durante el cierre. 

Las plataformas en línea se convirtieron en el medio más utilizado por los gobiernos para garantizar el acceso a la educación, ya que alrededor del 83% de los países aplicaron exclusivamente estrategias apoyadas en plataformas en línea. Sin embargo, alrededor de 465 millones de niños y jóvenes no tienen acceso a Internet en sus hogares. En regiones como África subsahariana, la situación es especialmente alarmante; el porcentaje de alumnos que no tienen ordenador en casa asciende al 89%, y sólo el 18% dispone de Internet en el hogar. En comparación con la media mundial, donde el 50% de estudiantes tienen ordenadores en casa y el 57% tienen acceso a Internet, no cabe duda de que se necesita urgentemente una acción colectiva internacional para hacer frente a la erosión del capital social. A sólo nueve años de cumplirse los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la meta de garantizar una educación equitativa y de calidad parece más inalcanzable que nunca.  

¿Qué podemos hacer?

Mientras que las escuelas de 31 países permanecen totalmente cerradas y otras han implementado modelos de aprendizaje híbridos (clases presenciales combinadas con otras en línea), una cosa es evidente: el acceso digital ya no es un lujo para los estudiantes, se ha convertido en un elemento crucial para su inserción social. Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, sostiene que los países deben dar prioridad a la educación en la recuperación ‘poscovid’, protegiendo los presupuestos educativos y dedicándolos a programas de recuperación. Una inversión inicial puede reducir en un 75% los costes de reparación de los daños causados por la pandemia. Además, los países deben garantizar el apoyo a los profesores, el desarrollo de habilidades y la conectividad para todos.

El último informe de Save the Children, «Save our Education», subraya que un plan de acción mundial en materia de educación debe ser inclusivo y tener en cuenta las cuestiones de género para garantizar que ningún alumno se quede atrás. Se propone una agenda de recuperación dividida en tres partes:

  1. Durante los cierres, los gobiernos deben mantener vivo el aprendizaje poniendo en marcha iniciativas de aprendizaje a distancia.
  2. La evaluación del aprendizaje tras el regreso de los alumnos a las escuelas debe ser una prioridad para identificar a aquellos que necesitan apoyo adicional.
  3. El aumento de la financiación y la cooperación internacionales son fundamentales para apoyar a los países más pobres del mundo.

Además, el informe analiza críticamente cómo la emergencia educativa ha sido menos visible para los gobiernos, a pesar de que las consecuencias a largo plazo amenazan con frenar el progreso de los países. 

Los actores privados también están contribuyendo a cerrar la brecha educativa y están utilizando la tecnología para este fin. SolarHome, por ejemplo, es una startup asiática que trata de resolver una de las causas subyacentes de la falta de acceso a Internet: la falta de acceso a la electricidad. La startup busca que la energía solar sea asequible para los hogares que viven fuera de la red eléctrica ofreciendo planes de suscripción a servicios energéticos de «alquiler con opción a compra». Para NooS, la educación de calidad es fundamental para afrontar los retos más apremiantes de la sociedad y el planeta. Por ello, nos asociamos con organizaciones de impacto que permiten a las personas vulnerables obtener un acceso adicional al aprendizaje (lectura, escritura, codificación, etc.). Cumplir el ODS 4 -garantizar una educación de calidad equitativa e inclusiva y promover el aprendizaje a lo largo de toda la vida- requiere una acción colectiva en todos los ámbitos e iniciativas de impacto que aceleren el proceso. COVID-19 es una llamada de atención para repensar la educación y asumir la responsabilidad de proteger este preciado derecho humano y bien común. 

Fotografía de portada: Kimberly Farmer via Unsplash